En la base lingüística del español de América seguimos el español clásico del Siglo de Oro que se llevó en la época de la colonización. Gran parte de los soldados conquistadores eran de origen andaluz lo que dejó muestras en rasgos como el seseo. Además los soldados solían acaparar puestos políticos y tener privilegios económicos por lo que su influencia es de la lengua de prestigio. El español clásico de base en América también evoluciona con los grandes cambios fonológicos del siglo XVI como en España gracias a la continua llegada de inmigrantes peninsulares.
En cuanto al nivel sociolingüístico se ha creído tradicionalmente que los colonos pertenecían al estrato cultural bajo, pero lo cierto es que desde el primer cuarto del siglo XVI hay una sociedad virreinal en México y Perú con importantes ciudades, universidades y transmisión cultural lo que asemeja la diversidad de esas sociedades a la española. Entre los emigrantes españoles había componentes de todas las clases sociales, excepto agricultores y mujeres. En conclusión: la lengua que se lleva a Ámerica es una koiné o promedio de las hablas españolas de los diversos niveles culturales.
Otro de los temas destacados es la polémica entre andalucismo y antiandalucismo. Es evidente el parecido entre el español de América y el andaluz occidental en aspectos como el seseo o la aspiración de la –s final, pero es difícil demostrar si la coincidencia se deba a la herencia del andaluz o a otros factores. La hipótesis andalucista en el origen del español de América es la triunfante hasta mediados del siglo XX. Es la que apoyan filólogos como Américo Castro o Menéndez Pidal aunque sin aportar pruebas más allá del parecido entre ambas. A partir de 1950 surgen corrientes antiandalucistas que amplian la influencia al extremeño (al español meridional en general. Para explicar rasgos como el seseo los antiandalucistas se apoyan en la influencia de las lenguas indígenas y en la teoría del clima que hace que el español de América en las zonas bajas (climas cálidos) sea más parecido al andaluz que el de las tierras altas. Henriquez Ureña es de ls primeros en defender estas ideas. Logró demostrar con una investigación que los colonos eran de diversas partes de España y no andaluces en su mayoría. El problema es que cuando surgió esta polémica los conocimientos tanto del español de América como del andaluz no eran muy precisos, por lo que las conclusiones alcanzadas no pueden ser fiables.
Amado Alonso propone emplear solo criterios internos y estudiar los procesos para saber si se producen antes en América o en Andalucía. Con este planteamiento concluye que el seseo y el yeísmo se produjeron en América en época tardía por lo que no pudo ser influencia andaluza. Acepta la influencia andaluza en la neutralización de –l y –r finales.
Investigaciones más recientes han hecho triunfar la tesis andalucista. Un de las más importantes es la de Boyd-Browman que estudió el origen de unos 40 000 colonos y llegó a las siguientes conclusiones:
- En la época primitiva casi el 80% de los colonos antillanos eran andaluces procedentes en su mayoría de Huelva y Sevilla.
- Cuando empezaron a emigrar mujeres (entre 1500-1519) el 67% eran andaluzas.
Con estos datos demográficos se podría determinar que hubo un sedimento andaluz en la base del español americano.
Como apunte final, Diego Catalán estudia el seseo y el yeísmo y coincide con Lapesa en que la s predorsal americana como la andaluza procede de una /ts/ y no de una /s/. Los cambios se produjeron en los siglos XVI y XVII momento de la colonización americana. Parece claro que el seseo americano tiene origen en el andaluz, pero eso no explica por qué se generalizó en América.
En definitiva, la cuestión aún no tiene el consenso de los estudiosos para determinar el origen andaluz, o no, de la mayoría de las variantes del español americano. Quizá ese consenso nunca se logre alcanzar por la complejidad del tema y lo difícil que resulta rastrear la génesis de la lengua desde la distancia temporal en la que nos encontramos.