Tema 1. Comunicación y lenguaje.

1. El siglo XVIII en España
1. 1. Aspectos políticos
El hecho político más destacado de este siglo es el cambio de dinastía. Felipe V de Borbón sea rey de Espańa, pero a cambio Espańa pierde el resto de sus posesiones europeas y también la corona espańola renuncia a poder heredar algún día el trono de Francia por derechos de familia.
La nueva dinastía, los borbones, van a ser los monarcas reformistas que traigan a nuestro país el Despotismo Ilustrado, que, con el lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, introducen en el país a una serie de reformas encaminadas a educar y mejorar la situación del pueblo, pero sin contar son su participación.
La política exterior fue desastrosa en Europa gracias a los pactos de familia con los borbones franceses, que arrastraron a España a continuas y fracasadas guerras, principalmente contra Inglaterra.

1.2. La sociedad
En la sociedad DEL S. XVIII siguen existiendo distintos grupos jerarquizados y separados entre sí.
– La nobleza, que no trabaja y tiene mucho dinero, mantiene los privilegios fiscales (no pagan impuestos o tienen muchas ventajas fiscales) y jurídicos propios a su condición social. A pesar de lo cual, su poder político disminuye en esta época y las sucesivas reformas ilustradas van dirigidas a conseguir que paguen impuestos.
– El clero pierde influencia. A lo largo del siglo se estableció una clara lucha entre el poder real y el eclesiástico.
– La burguesía que continúa dedicándose a sus actividades mercantiles y financieras, experimenta un desarrollo importante. Será la clase que más ayudará a la difusión y triunfo de las ideas de la Ilustración.
– El pueblo está formado por una multitud diversa y heterogénea (campesinos, artesanos, obreros…).Sus condiciones de vida empeoran debido al pago de los impuestos, al aumento de población y a la subida de los precios. Aunque los monarcas y ministros de los gobiernos ilustrados se preocuparon porque mejoraran sus condiciones higiénicas, culturales y educativas que en la mayoría de los casos chocaron con el rechazo del pueblo.

1.3. Economía
La nueva monarquía se va a encargar de la reconstrucción económica del país: se potencia el comercio interior y exterior; se impulsa la industria espańola con medidas proteccionistas (la industria textil en Cataluńa) y se crean nuevas industrias (las manufacturas de lujo). También se intenta la primera reforma agraria en Espańa.

1.4. Aspectos culturales
El movimiento cultural que generó esta actitud crítica se llama Ilustración. Sus ideas más importantes:
– Se impone la razón y la experimentación para resolver las cuestiones y los problemas que plantea la existencia.
– Los filósofos de la época piensan que el hombre es bueno por naturaleza. Optimismo: se considera que la humanidad ha progresado constantemente a lo largo de la  historia. Se cree en la época que llegará el momento en que se logrará construir la sociedad perfecta, una especie de paraíso en la tierra.
– Se critican y anulan las ideas tradicionales y las instituciones anticuadas (la religiosidad extrema, las supersticiones, etc.), porque no contribuyen al progreso de la humanidad.

Estos principios tienen como finalidad conseguir la felicidad del ser humano en la Tierra. Esta época se denomina también el “siglo de las luces”, entendiendo luz como actividad de la razón.
En este sentido, la obra que difunde la ideología ilustrada se llama la Enciclopedia. La primera enciclopedia fue escrita por Diderot y D’ Alembert en 1772. Reúne por orden alfabético todos los conocimientos humanos.

2. El Neoclasicismo en la literatura española
En España, el movimiento ilustrado llega tardíamente, es de breve duración y se muestra más respetuoso con la monarquía y la religión.

En literatura hay tres corrientes estéticas:
Postbarroca (de 1700 a 1750 aprox.): continúa por un lado la tradición literaria del siglo anterior del barroco; y por otro hay una corriente de antibarroquismo que se manifiesta por medio del ensayo y la satira.

Neoclásica (de 1750 a 1790): sigue las normas clásicas para conseguir equilibrio, belleza y serenidad en las composiciones. Las obras tienen intención crítica y finalidad didáctica.

Prerromántica (desde 1790): la literatura poco a poco empieza a romper con las normas clásicas y se sustituye el didactismo por la expresión de los sentidos y las emociones.

3. Rasgos generales de la literatura neoclásica
La literatura de neoclásica es producto de la ilustración y por tanto comparte los mismos gustos por el didactismo, afán de conocimiento y equilibrio estetico de orden clásico. Desde un planteamiento actual, si se quiere, podríamos decir que la literatura se vuelve seria y aburrida. Y en cierto modo es así, esto es lo que suele pasar cuando se subordinan los valores estéticos y los sentimientos a las ideas y la intención didáctica:

Podemos resumir los principales rasgos del neoclasicismo en:

Finalidad didáctica de la literatura. Se da más importancia a lo racional que a la expresión de emociones y sentimientos.

Defensa de los valores de la literatura clásica grecolatina, especialmente en teatro

Expresión clara y sencilla. Se evita el exceso de retórica.

4. Los géneros literarios en el neoclasicismo.

4.1. En prosa
El ensayo es el género literario más cultivado en este siglo, porque se adapta perfectamente al interés científico y crítico de los escritores de la época y a la difusión de sus ideas y opiniones.

El ensayo
Como decimos es el género que mejor transmite las intenciones críticas de los escritores porque permite una exposición clara de los hechos, una argumentación razonada y conduce a la reflexión final del lector.
Destacaron dos autores importantes Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)

Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764).
Fraile benedictivo, poseía un vasta cultura como reflejan sus ensayos. De ideas modernas y reformistas, sufrío muchos ataques de los defensores del tradicionalismo. Su obra más relevante es Teatro crítico universal (de ocho tomos). En ella trata cuestiones muy variadas (filosofía, física, literatura…) y difunde los avances del saber europeo. Luchó constantemente contra las supersticiones y la falsa milagrería, en su afán por sacar al pueblo de su ignorancia. Hay que subrayar su labor con el idioma espańol que defendió frente al uso que aún se hacía del latín en la universidad; apoyó la incorporación de nuevas palabras si son necesarias y es el creador de una prosa alejada de los excesos del barroco que prefiere la expresión clara y antirretorica propias de la prosa moderna.

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811).
Es el ensayista más importante del siglo XVIII. Político, jurista y escritor luchó por conseguir reformar la economía, la educación y el sistema judicial del país. Fue ministro en el gobierno de Godoy y más tarde formó parte de la Junta central de defensa en la lucha contra la invasión napoleónica.
Escribió poesía y teatro, pero donde destaca es en el ensayo. Sus ensayos abordan temas filosóficos, históricos, políticos, sociales, morales, etc. Continúa empleando el estilo sencillo, conciso y antirretórico empleado por Feijoo. Su obra más recordada es Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos (1790) en la que trata de reorientar los gustos y aficiones del pueblo con el ánimo de que se divierta con aficiones constructivas y razonables. Las aficiones del pueblo continuaron tomando un camino distinto al que proponía Jovellanos, pero al menos lo intentó.

La fábula
Fue un género narrativo muy apreciado durante la etapa ilustrada. Tiene todos los ingredientes que buscaba la ilustración: caracter moralizador y finalidad didáctica (como sabemos toda buena fábula concluye con una moraleja o lección)
Las fábulas del siglo XVIII recrean escenas entre animales personificados y suelen estar escritas en verso (sobre todo se emplea el romance). Destacaron Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego.

Novela
El siglo XVIII es una época de crisis en la novela. Los escritores ilustrados prefirieron otros géneros narrativos que se ajustaban más a sus intereses didácticos como informes, los libros de viajes, cartas, artículos periodísticos, ensayos, discursos, fábulas… Este siglo es fundamentalmente didáctico y la novela tiene más de entretenimiento que de instrucción.

En primera mitad del siglo XVIII la novela es aún una continuación de la tradición barroca, tanto en su forma como en el contenido, que tiene como modelos a Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo.
El autor más representativo de esta estapa es Diego de Torres Villarroel (1693 – 1770), el personajes más peculiar del siglo: fue bailarín, torero, soldado, sacerdote y hasta catedrático de matemáticas en Salamanca. Tenía tambien dotes como vidente y fue publicando sus pronósticos bajo el título de Gran Piscator de Salamanca. No es broma, adivinó por ejemplo la Revolución Francesa y el motín de Esquilache. Su novela más importante, a imitación del estilo ingenioso y recargado de Quevedo, es una especie de autobiografía de tono picaresco: Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del doctor Diego de Torres y Villarroel.

En la segunda mitad del siglo XVIII aparecen las primeras novelas ilustradas. El padre Isla y José Cadalso son los escritores más destacados.

José Francisco Isla (1703-1781), sacerdote de la orden de los Jesuitas. Su obra va dirigida a criticar la falsa erudición y en especial la mala preparación de muchos predicadores, cosa que hace en su novela más conocida Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1770)
La novela está inspirada en El Quijote y del mismo modo como Cervantes trató de acabar con las malas novelas de caballerías; El Padre Isla trata de acabar con los malos predicadores. Junto al tema principal el autor aprovecha para criticar otros aspectos como: la educación escolástica, la moralidad religiosa y el problema de la ignorancia y de los falsos valores de la sociedad.

José Cadalso (1741-1782), militar de carrera, poseyó una vasta cultura enriquecida con sus viajes por media Europa. Hubo un suceso que marcó su vida y fue la temprana muerte de su amada, la actriz María Ignacia Ibáńez que le trastornó durante una temporada e incluso trató de desenterrarla. Nunca volvió a ser el mismo.
Cadalso es uno de los mejores prosistas del siglo. Escribió una conocida diatriba contra los falsos intelectuales, los que quieren saber mucho estudiando poco, Los eruditos a la violeta. Pero sus grandes obras son Las cartas marruecas y Noches lúgubres.

Las cartas marruecas: es una colección de cartas que se intercambian Gazel, un marroquí que viaja por Espańa; su profesor, el sabio Ben-Beley que está en Marruecos y le pide información de las costumbres espańolas; y Nuno Nuńez, espańol amigo de Gazel. Entre ellos comentan y critican el pasado y el presente de Espańa y , sobre todo, hacen una crítica de lo negativo de la realidad espańola: los malos gobernantes, las contumbres nocivas del pueblo, etc.

Las noches lúgubres: novela de ambiente tenebroso y misterio (se desarrolla en un cementerio), y personajes desesperados. El autor rememora su propio intento de desenterrar a su amada. Es la primera obra importante que anticipa la irracionalidad y el ambiente del Romanticismo.

4.3. Poesía
La lírica es el género menos trabajado y menos apreciado del siglo. La poesía transmite sentimientos y emociones, y para los escritores del neoclasicismo los sentimientos debían reprimirse, no exhibirse. Para que la poesía tuviera algún valor se escribieron principalmente composiciones con finalidad didáctica y sentido práctico. Por ejemplo, fijémonos en este título: Oda a la agricultura espańola… se puede uno imaginar que mucho amor y sentimiento no contenía.
La poesía neoclásica se cultivó sobre todo en tres ciudades, y los poetas de cada una de ellas se dijo que pertenecián a una determinada “escuela” (con el sinónimo de grupo). Estas son: la escuela de Madrid, con Nicolás y Leandro Fernández de Moratín (padre e hijo), Ramón de la Cruz y los fabulistas Iriarte y Samaniego entre otros; la escuela de Salamanca, con Meléndez Valdés como poeta destacado; y la escuela de Sevilla cuyos poetas evolucionarían hacia el prerromanticismo con por ejemplo, Alberto Lista o , sobre todo, Jose María Blanco White.
El poeta más destacado del siglo fue el salamantino Juan Meléndez Valdés. En una primera etapa cultivó poesía de temática amrosa. En su segunda etapa le da un sentido más práctico a su poesía con contenidos sociales, económicos, morales, etc, propios de la literatura neoclásica. Al final de su carrera, vuelven a tomar protagonismos en sus composiciones los sentimientos y las emociones, anticipando, en cierto modo, la llegada del Romanticismo.

4.4. El teatro
El género dramático fue el que más se desarrolló junto con el ensayo. Algo normal, pues es el que permite transmitir de manera directa al pueblo unas ideas y una moral. Sin embargo tenemos que distinguir varias conrrientes en el teatro del siglo XVIII:

1) Por un lado está el teatro continuador del teatro Barroco, incluso más exagerado y retórico. Es el teatro del gusto del público, el que triunfa y el que, a pesar de los esfuerzos en contra de los escritores ilustrados, no va a desaparecer hasta entrado el siglo XIX. Lo cierto es que se trata de un teatro de ínfima calidad, que busca sólo lo excéntrico y la provocar la sorpresa del espectador por medio de trucos y efectos especiales. Acabó derivando en subgeneros como el teatro de mágia.

2) El sainete, más interesante que el anterior. Se podría decir que es una evolución del entremes del teatro barroco. Consiste en “cuadros” de corta duración en el que con humor y unos dialogos ingeniosos se retratan las costumbres urbanas. Los personajes representan tipos (el torero, el majo, la maja, el alcalde, etc.) y tiene como objetivo hacer reír al espectador con una visión cómica de la sociedad del momento. Tuvo una enorme aceptación por el público y recibió, igual que el anterior, el total rechazo de los ilustrados. Con todo, es en general un mejor teatro que el continuador del Barroco, con dialogos vivos y cargados de gracia. El rey del sainete fue el madrileńo Ramón de la Cruz.

3) Dirigidas a la aristocracia, en este siglo se ponen de moda las zarzuelas espańolas y operas al estilo italiano.

4)Por último nos queda el teatro neoclásico. Se desarrolló desde mediados de siglo y trató de imponer las ideas ilustradas en el teatro y convertir al género en un modelo educativo. No tuvo éxito, el público no sintió el menor interés por este teatro y solo algunas obras de Leandro Fernández de Moratín, y La Raquel (de Vicente García de la Huerta) llamarón la atención del espectador. Los principios del teatro neoclásico quedaron fijados por Ignacio Luzán en su obra Poética (1737), normas, a su vez, inspiradas en el teatro grecolatino. Principalmente:

Respeto a las tres unidades del teatro clásico, en contra del criterio del teatro barroco que rompió con ellas. La obra para ser creíble debía respetar la unidad de lugar (toda la acción debía desarrollarse en un mismo escenario), la unidad de tiempo (tampoco les parecía creíble a los autores ilustrados que en la obra transcurrieran días o inluso años como pasaba en el teatro barroco. Los acontecimientos que suceden en escena no deben superar el límite de las 24 horas) y la unidad acción (toda la trama gira en torno a una acción principal, sin otras paralelas como en el Barroco).
El teatro debía tener una finalidad didáctica y moral. Debe criticar y reformar los vicios y errores frecuentes.
No se debe mezclar la prosa con el verso, ni lo trágico con lo cómico. Hubo un intento por crear auténticas comedias (sin contenidos trágicos) y tragedias (al estilo francés, pero que en las letras espańolas no logró darse con éxito)
La verosimilitud, el teatro neoclásico huye de lo irreal y se busca imitar la realidad. Los personajes tienen que actuar y moverse de acuerdo con su condición social y su forma de ser y la resolución de las acciones han de ser creíbles.

Autores de teatro neoclásico:
Como venimos diciendo, casi ninguno de los autores del teatro neoclásico logró captar la atención del público. Los únicos que recibieron cierto reconocimiento fueron: Vicente García de la Huerta con su tragedia Raquel (1778), que dramatiza un hecho histórico: la conjura palatina para asesinar a Raquel la amante judía del rey Alfonso VIII de Castilla. Curiosamente el público apludió esta obra que mereció las críticas de los autores neoclásicos por considerar que no seguí las reglas de su teatro.
Nicolas Fernández de Moratín intentó prestigiar la tragedia clásica en nuestro teatro, pero, como todos sus compańeros neoclásicos, fracasó en el intento. Sin emabrgo, logró un relativo éxito con una comedia, La petimetra (1762).
Su hijo, Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid en 1760. Durante la invasión napoleónica (1808), se hizo afrancesado y acepto diversos cargos, lo que le obligó a exiliarse posteriormente. Pasó sus últimos ańos en Francia y murió en Paris en 1828. Fue el dramaurgo neoclásico que alcanzó un verdadero éxito. Practicó la comedia, género con el que critico las malas costumbres de la sociedad, los vicios y errores como los matrimonios de conveniencia, el exceso de autoridad paterna, la mala educación y la falta de libertad. Su obra más conocida es El sí de las niñas (1805) que abarca todos estos temas (la obra obtuvo un enorme éxito si se tiene en cuenta que estuvo 22 días seguidos en cartel, que para la época era muchísimo). La otra obra destacada suya (con temas parecidos a la anterior) es El viejo y la niña.

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