Novela de los años 40 y 50

1. La novela de los años cuarenta

Como era de esperar, nada más terminar la guerra abundó la novela de temática bélica y propósito propagandístico. Son novelas de tesis, con finalidad moralizante y que tratan básicamente el tema de la guerra civil desde el punto de vista (claro está) de los vencedores. Novelas con escasa calidad literaria, preocupadas, sobre todo,  en difundir unas ideas. También se intenta en estas novelas ocultar la dura  realidad de la España destruida por la guerra. Se habla de heroicidad en el conflicto, pero se omite el presente inmediato, lleno de penurias, hambre y desánimo.  Algunos de los nombres de esta novelística fueron Agustín de Foxa (autor de la mejor de todas ellas: Madrid de Corte a checa), Benítez de Castro y León Felipe.  A partir de 1950  desaparecieron este tipo de obras.

A la novela de posguerra le costó, pues, desarrollarse. Hay que tener en cuenta que junto al exilio de los grandes novelistas anteriores a la guerra, hubo una fuerte censura de la obra de autores extranjeros que simpatizaron con La República como Hemingway, Dos Passos, etc.

Las primeras obras de importancia en la posguerra fueron escritas por jóvenes autores que siguieron los pasos del realismo y el naturalismo tradicionales. Son los autores de la llamada Generación del 36 (hay que tener en cuenta de aquí en adelante que el concepto generacional para la novela de posguerra reúne sobre todo autores que empezaron a publicar en la misma década): Juan Antonio Zunzunegui, José María Gironella, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo josé Cela, Carmen Laforet, Miguel Delibes y Francisco Pavón entre otros.

Pero entre ellos habría que diferenciar una primera y definitiva fractura:

  • Por un lado estarían los autores que continúan con el realismo tradicional, sin introducir innovaciones técnicas ni temáticas. En muchos casos incluso practican la novela de género sin mayores pretensiones: romántica, policíaca, etc. Son, por lo general, novelas bien escritas y de éxito, los auténticos best-seller de la época. En esta corriente del realismo tradicional estarían autores como José María Zunzunegui y José María Gironella, entre otros.
  • Por otro están los novelistas que se proponen innovar y renovar el realismo. Alcanzan menos éxito que los anteriores, pero son los que leemos y estudiamos hoy día. De entre estos autores nació el primero gran movimiento de la novela de posguerra: El Tremendismo. Los autores de la renovación son: Camilo josé Cela, Carmen Laforet, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, etc.

1.1 El tremendismo

En la posguerra será el “tremendismo” (o novela existencial)  la primera corriente literaria de interés porque aporta renovación de ideas y calidad artística (superando el realismo tradicional del resto de novelas de la época)

El tremendismo se inicia en 1942 con la novela de Camilo José Cela: La familia de Pascual Duarte.  Se distancia del resto de obras, en la visión gris y angustiada de la realidad del momento, la falta de intención moralizante y la recreación de personajes incomprendidos, solitarios y frustrados; todo ello con una estética cuidada. La obra es una visión, peligrosamente realista (pensando en la censura), de la España del momento.

Los elementos de las novelas “tremendistas” se caracterizan por:

  • Narrador: En primera persona, a veces de un falso sentido autobiográfico.
  • Estilo: Sencillo, adecuado al nivel cultural de los personajes, pero elaborado y con pretensiones artísticas.
  • Espacios: La pequeña ciudad mísera después de la guerra, o el campo. Espacios grises, pequeños, pobres y ruines como era la situación del momento.
  • Personajes: violentos, obligados por las circunstancias a sobrevivir. Aislados, condenados a la incomunicación. El autor solo retrata lo más oscuro y primitivo del alma humana. El supuesto realismo del tremendismo, se reduce, por tanto, a ver solo una parte de la realidad de la vida y del ser humano; esto es, su parte más animal y primitiva.

Los autores destacados del tremendismo fueron, Camilo José Cela (iniciador de la corriente con su novela La Familia Pascual Duarte, 1942), Carmen Laforet (autora de la otra gran obra del tremendismo, Nada, 1945) y Miguel Delibes (con La Sombra del ciprés es alargada, 1948)

2. Novela de los años cincuenta

A partir de los años 50 la novela de realismo existencial va a dejar paso a una nueva corriente, la novela social. Vuelve ser Camilo José Cela con su novela La colmena (1951) quien inicie el cambio introduciendo en la novela una serie de elementos que más tarde serán los característicos de la novela social.

En La colmena, el personaje individual como protagonista dejará paso al personaje colectivo, verdadero protagonista en la nueva novela social. En este sentido, el Madrid de los años cincuenta es en el fondo el personaje de la novela de Cela. La obra sólo  narra instantes triviales en la vida de los clientes del café de doña Rosa. Más de trescientos personajes, todo un micromundo representativo de la sociedad del momento. El autor trata de imponer la absoluta objetividad narrativa para dejar testimonio de una sociedad y una época, lo que ocurre es que su visión nihilista del mundo le lleva a retratar sólo lo más sórdido, a personajes (muy típicos de sus novelas) que viven únicamente preocupados por cubrir las más básicas necesidades sexuales y alimenticias. A pesar de ello, la obra, escrita con un extraordinario manejo del idioma, cumplía con creces el objetivo de abrir nuevos horizontes creativos que serían explorados por los novelistas de la década de los años cincuenta y hasta bien mediados los años sesenta

Además de la novela de Cela, habría que citar a La noria de Luis Romero como otra novela iniciadora del cambio. En esta novela, unos treinta personajes retratan la sociedad en la ciudad de Barcelona.

Con estos antecedentes se inició la novela social que, como veremos, tuvo dos  tendencias principales, el neorrealismo, primero y, desde mediados de la década, el realismo social.

Los representantes de estas tendencias fueron una nueva generación de autores conocidos como La generación de medio siglo,  integrada entre otros por: Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Ignacio Aldecoa, Juan Marsé, José Manuel Caballero Bonald, Juan García Hortelano…

2.1. El Neorrealismo

Cronológicamente es la primera corriente. Aparece a principios de los años 50 y tiene un objetivo claro: es un intento por acercar la vida a la literatura. El escritor neorrealista trata de desaparecer casi detrás de la narración para que la novela sea un fotograma lo más parecido posible a un momento de vida cualquiera. Por ello en la técnica neorrealista destacan:

  • Personaje colectivo: Generalmente personajes pertenecientes a las clases medias o bajas de la sociedad, gente común en definitiva
  • Lenguaje: Coloquial, de significación denotativa, claro y prosaico. Los personajes hablan como podría hablar cualquier persona real a la que le hubieran puesto un magnetofón en la calle.
  • Temas: el retrato de la vida cotidiana de la gente, preocupaciones y tópicos propios de la gente en la sociedad de la España de los años 50.
  • El narrador: Prácticamente no interviene en la narración. Desde la tercera persona narrativa  trata de ser solo el intermediario entre los personajes y el lector. No juzga ni, en la medida de lo posible, interviene en la narración sino que deja a los personajes  que hablen y actúen libremente en situaciones triviales y comunes que resultarían familiares para casi cualquier lector del momento.
  • Tiempo y espacio: La novela suele abarcar un breve periodo de tiempo, unas horas, un día, unos días a lo sumo. Espacios concretos del campo o la cuidad: un edificio de vecinos en una ciudad, bares, un parque, una fábrica, etc…

Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio fueron, probablemente los autores más representativos.

Ignacio Aldecoa proyectó en estos años dos trilogías que dejó inacabadas. La primera sobre la España tradicional reflejada en los gitanos, La Guardia Civil y los toreros. Sólo completó dos excelentes novelas: El fulgor y la sangre (sobre los guardias civiles) y Con el viento solano (el mundo gitano). Los elementos compositivos de ambas son similares: una cuidada expresión rica en matices; el narrador observador que a la vez que cuenta la historia describe “lo que ve” a su alrededor, ofreciéndonos un testimonio bastante preciso de la sociedad del momento; el espacio, por supuesto,  la España de los años cincuenta y el tiempo narrativo abarca unos cuantos días. Todo ello integrado en una trama intrigante y bien desarrollada.

La segunda trilogía se ocuparía de los oficios y nos dejó una gran novela: El Gran Sol, sobre las gentes del mar.

Jesús Fernández Santos, hace una  acertada descripción de la sociedad rural en su novela más conocida, Los Bravos.

La obra cumbre del neorrealismo es la novela de Rafael Sánchez Ferlosio: El Jarama (1956), que logra una perfección insuperable dentro de las líneas marcadas por el neorrealismo y que, prácticamente, agota esta etapa para dar paso a la siguiente: el realismo social

Una interpretación más personal de la novela neorrealista es la que ofrecieron dos grandes novelistas: Carmen Martín Gaite y Ana María Matute. Aunque con diferencias entre sí, en estas autoras hay una mayor tendencia a explorar en la psicología de los personajes que nos conduce a un mayor intimismo y subjetivismo en sus novelas. Carmen Martín Gaite ganó el premio Nadal con Entre visillos (1957); otras de sus obras destacadas son Retahilas y La reina de las nieves

Ana María Matute autora de una extensa obra, se inicia con Los Abel (1948) y el tema del cainismo que tanto se repetirá en su obra. Destacan también Pequeño teatro (1954) y Fiesta del noroeste.

(Por supuesto, al igual que en el resto de los autores del neorrealismo su obra evolucionó en otras direcciones)

2.2. Realismo Social

Se desarrolla desde mediados de los años cincuenta durante una década, hasta mediados de los años sesenta.

Comparte muchas de las características del neorrealismo. En este sentido, también hace uso del personaje colectivo, el narrador en tercera persona y el gusto por la vida de gente común, coetánea al lector del momento. Sin embargo se diferencia del neorrealismo en:

  • El compromiso político y social: El autor trata de denunciar las injusticias sociales que se comenten. Especialmente se fija en la dura vida de los marginados tanto de la ciudad (preferentemente) como del campo. La dolorosa y triste vida del trabajador de la fábrica, la mina, el campesino… el entorno proletario y sus extremas condiciones de vida en definitiva. Intenta, por medio de su obra, concienciar al lector de los graves problemas que acosan a la sociedad del momento y al mismo tiempo (a la manera del socialismo comunista) el objetivo último de la obra es mover al cambio social (objetivo éste que nunca consiguió en una España donde el terreno no estaba abonado para tal cambio)
  • Personajes. Especial predilección por seres marginales, obreros, artistas fracasados… personas que de una u otra manera tienen que sufrir los abusos de los que ejercen poder sobre ellos (empresarios, políticos, etc.)
  • Lenguaje: Como ocurría con el neorrealismo, el autor se preocupa de hacer que su mensaje llegue al mayor número posible de lectores, por tanto se evita cualquier tipo de artificiosidad lingüística y se apuesta por la expresión clara, directa, sin dobles sentidos. En cierto modo, se puede decir que se sacrifica la calidad literaria por un lenguaje utilitario a disposición de los fines de la novela.

Algunas obras representativas son Central Eléctrica (1958), de J. López Pacheco sobre la explotación de unos campesinos en la construcción de un embalse; Dos días de septiembre de J. M. Caballero Bonald; y Tormenta de verano (1962), de García hortelano.

De fuerte contenido crítico de la burguesía de su ciudad natal, Barcelona, y como reflejo de la vida de los más olvidados de la sociedad son las novelas de Juan Marsé. Autor que no le corresponde el epígrafe de novelista social a la manera en que lo estamos empleando para los autores anteriores. Además su obra principal se publica en las décadas de los años sesenta y setenta como Las últimas tardes con Teresa (1966) y Si te dicen que caí (1972)

2.3. La otra narrativa de estos años

Pero no todo en los años cincuenta fueron novelas sociales. Hay que destacar también el desarrollo de lo que hoy conocemos como best-seller o novela comercial.

Estas novelas emplean un estilo realista tradicional y se preocupan por ofrecer una intriga bien sostenida, con historias de sentimientos y finales felices (en muchos casos). En ocasiones hay  distancia temporal (otras épocas) o la recreación de episodios históricos. En definitiva son novelas bien hechas en el sentido de obras que, en muchos casos con brillantez, tratan de entretener al lector con una historia interesante pero alejada de la problemática social.

Habría que recordar autores como: Torcuato Luca de Tena (Edad prohibida [1958], Los renglones torcidos de Dios [1980]), José María Zunzunegui, José María Gironella (Los cipreses creen en Dios [1953]), entre otros.

También fueron los años cincuenta el mejor momento que ha vivido el cuento contemporáneo. La edad dorada del cuento. Nunca, ni antes ni después, se escriben y publican tantas colecciones de cuentos en España. Además, se multiplican los concursos, certámenes, premios… dedicados al cuento. Quizá la razón de este éxito se debe a que el cuento, por su brevedad y concisión, se adaptaba incluso mejor que la novela  a las necesidades expresivas del relato social. Así pues, cuando hablamos de cuento en los años cincuenta, nos referimos a cuentos social-realistas, con temas y personajes similares a los antes referidos para la novela.

Maestros del cuento fueron Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Medardo Fraile, Alonso Zamora Vicente, Carmen Martín Gaite y Francisco García Pavón.

 

Gracias por compartir

1 comentario

  1. muy bueno

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